Tristeza que desgarra cuerpo y alma. Los recuerdos recientes se agolpan. La ausencia la van sobrellevando como una pesada losa. Ella no pierde la esperanza, él con la mirada perdida. Hace poco que sangre de su sangre marchó, como otros muchos jóvenes. Adiós a los pueblos y amigos. Separación de la familia: padres, hermanos, esposa e hijos. Lágrimas mutuas en una despedida incierta.
El fuego crepita, la llama ilumina la cocina ennegrecida. Oscuridad y silencio en la larga noche. Con los ojos cerrados, la letra de una canción infantil se abre paso entre imágenes recientes: “En el Barranco del Lobo/ hay una fuente que mana/ En el Barranco del Lobo/ hay una fuente que mana/ sangre de los españoles/ sangre de los españoles/que murieron por la Patria”.
“Pobrecitas las madres/ cuanto llorarán/ al ver que sus hijos/ en la guerra están/ Pobrecitas las madres/ cuanto llorarán/ al ver que sus hijos/ en la guerra están”.
Llamamiento de las Reservas. Según la ley de reclutamiento y remplazo del Ejército vigente en ese momento, la duración de este servicio era de 12 años desde el día en que los mozos ingresen en caja, y de ellos prestarán seis en el Ejército activo y otros seis en la segunda reserva. De estos seis años servirán ordinariamente tres en los cuerpos permanentes del Ejército activo, obteniendo después licencia ilimitada para regresar a sus hogares y formar la reserva activa sin haber alguno, si bien dependiendo de sus respectivos cuerpos, hasta extinguir el plazo de seis años desde su ingreso en caja.
En tiempo de guerra, o cuando por circunstancias extraordinarias fuese indispensable un aumento imprevisto en la fuerza del Ejercito permanente, el Gobierno, en virtud del decreto expedido por el Misterio de la Guerra, de acuerdo con el Consejo de Ministros, podrá poner en pie de guerra el todo o parte de los cuerpos activos que estime necesario, llamando a las idas los soldados de la reserva activa correspondientes a los mismos.
Por Real Decreto de 10 de julio de 1909, se autorizaba al Ministro de Guerra para llamar a filas los soldados de reserva activa que considere precisos, a fin de reforzar debidamente los Cuerpos y unidades del Ejército que estime necesarios.
Incorporación de los reservistas a los batallones de cazadores, destino a África o a la península. La movilización de estos reservistas, en muchos casos ya con familia y siendo ellos su sostén económico, desencadenó importantes protestas. Huelga general contra la campaña de Melilla, sucesos en Cataluña en contra del embarque de los soldados, la “Semana Trágica” de Barcelona, en Madrid y otras provincias. El 27 de julio se declara el estado de guerra con la supresión de las garantías constitucionales, en Barcelona y provincias limítrofes, Gerona y Tarragona. Un día después, estas medidas se hacen extensivas a las restantes provincias del Reino.
Los reservistas se incorporaron a las brigadas de cazadores de Madrid y Barcelona. El 12 de julio comenzó embarque y el 25 de julio se encontraban en Melilla la totalidad de las dos brigadas.
Y llamada a excedentes del cupo del reemplazo de 1908. Por Real Orden de 9 de agosto de 1909, son 6.000 mozos de los 77.384 que resultaron exentos, los que se movilizan para el servicio activo de las armas.
Son cincuenta los mozos excedentes de cupo que, de Soria capital y provincia, marchan el 28 de julio a cubrir bajas en el Ejército.
El Círculo de la Amistad les obsequia con café, copa y puro, son socorridos con cincuenta céntimos del Ayuntamiento y otros cincuenta de la Cruz Roja. A la estación de ferrocarril de San Francisco bajan a despedirlos familiares, vecinos y autoridades. Otro donativo, de la futura Junta Patriótica provincial de socorros, una peseta antes de partir para la guerra a cada uno de los 43 soldados que marcharon desde Soria ciudad. Una comisión del Ayuntamiento de Langa, al paso del tren por dicha villa camino de Burgos, también les dio a cada uno de ellos una peseta y un paquete de puros al capitán, fruto de una suscripción popular iniciada con tal objeto por don Santos de la Orden y don Román García.
Altruismo, generosidad y patriotismo.
Soldados para sofocar la revuelta, sorianos en África. de reemplazo, reservistas y excedentes de cupo.
“Ni se lava ni se peina/ Ni se pone la mantilla/ Hasta que venga su novio/ De la guerra de Melilla/ Hasta que venga su novio/ De la guerra de Melilla”.
La vida tiene que continuar se dicen, tenemos más hijos repiten. En los bancales, la cebada, el trigo y el centeno, maduros están. Es el fruto del trabajo, del esfuerzo, es una parte importante del sustento familiar. Los campos sorianos sin brazos. Peones segadores, riojanos y navarros, murcianos y valencianos, en la ciudad esperan ser contratados. Labradores de los pueblos allí acuden, los mozos no están, es el día del patrón Santiago.
Hoces afiladas, zoquetas y dediles. Manadas, vencejos y garrotillo para formar haces. Atados sobre las artolas de las caballerías, son acarreados hasta las eras empedradas de pan trillar. Espigadoras encorvadas. Día claro y caluroso, la mies extendida. La yunta uncida. Vueltas y más vueltas del trillo de sílex, y vueltas a la parva. Ya está recogida, esperando a que el cierzo entre para ablentar. Separado el grano, cribas y talegas, media y celemín, mantas y paja.
El 3 de agosto se crea la Junta Patriótica provincial de Socorros y abre una suscripción patriótico provincial, para con las cantidades recibidas poder socorrer a los reservistas y soldados heridos o muertos en campaña. La Cruz Roja de Soria colabora con la Junta Patriótica con ocasión del regreso de los soldados repatriados con licencia por enfermedad o dados de baja para el servicio, inutilizados en la campaña o por enfermedad contraída en la misma. Se crea también en agosto la Junta Patriótica de Damas de Soria, para adquirir fondos y remitirlos a la Junta Central que preside S.M. La Reina. Ingresos que se distribuirán entre las familias de los soldados muertos en campaña o que en ella quedaran inútiles. De la cantidad remitida puede volver parte, todo, o más, a nuestra provincia, ya que la Junta Nacional atiende por igual a todos los españoles perjudicados por la guerra.
Llegan soldados a la estación desde donde partieron, repatriados por inútiles o enfermos.
Llegan noticias de soldados sorianos que dejaron su vida en las arenas de África, por balas enemigas o que perecieron a consecuencia de enfermedades contraídas en campaña. Campanas sonando a muerto y lágrimas por los seres queridos.
Una lista incompleta de soldados muertos. Un homenaje a nombres y apellidos de sorianos, héroes anónimos de la guerra del Rif.
Ignacio Ortega Jiménez de Bliecos, Vicente Latorre Iglesias de Zayas de Torre, cabo Jacinto de Miguel Marco, Ignacio Crespo Ransanz de Bayubas de Abajo, Bernardo Zayas Barcones de Alcoba de la Torre, Rufino del Amo Lucas de Fuentearmegil, Federico Elvira Bartolomé (Licenciado como inútil y fallecido) de Pinilla del Olmo, Benito Lázaro Jiménez (Licencia por enfermo y fallecido) de Renieblas, Juan Navas Aylagas de Nafría de Ucero, Esteban Macarrón Cabrerizo, Manuel Alonso Alonso de Sagides, Juan Dueñas Frías de Osma, Miguel García Sola de Tejerizas, Gregorio Gómez García de Gallinero, Tomás Hernando Manzanares de Villanueva de Gormaz, Ladislao Vas Ortega de Mazaterón e Irineo Moreno Crespo de Rebollar.
La campaña se dio por finalizada en noviembre cuando los españoles controlaron toda la zona de Melilla.
Pañuelo de 1913.Zona de influencia de España. |
Y ahora doce años más tarde en 1921 la historia se repetía. Era julio y la mies madura estaba. Y ellos sin noticias, sin cartas. Dolor bajo la boina calada y albarcas en los pies. Dolor en sayas negras y negros pañuelos de cabeza. Sospecha de cuerpos inertes, sangre derramada en la lejanía. Nada entendía de la guerra. Otra guerra que solo beneficiaba a oficiales y empresarios. Sangre roja, luto negro.
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