El otoño avanza, se acerca el crudo invierno soriano, veinticinco de noviembre. Ascendemos a la Sierra, a las Tierras Altas sorianas. Mal astro pinta, amigo Proce. A través del cristal del coche, se ven caer lentamente los copos. Poco a poco una capa uniforme va cubriendo el paisaje. Blanca nieve, nieve negra. Pasado el puerto, amalgama de colores. El ocre de robles desnudos y el verde acebal con sus frutos rojos, resaltan sobre el blanco. Dejamos atrás el humo, que asciende con dificultad, de escasas chimeneas de Oncala. Llegamos a nuestro destino. La nieve cubre el campo, armoniosamente siguen cayendo. “Año de nieves, año de bienes”.
Estamos en tierras de trashumancia, de hombres curtidos y de merinas finas. Pastores trashumantes, dueños trashumantes, veteranos de tradición familiar. Por sus venas corre la sangre de generaciones de merineros, que les han precedido. Por sus venas corren siglos de evolución y una sabia selección, es la raza merina pura.
Una despedida, un apretón de manos, es el motivo de nuestra visita. Vamos a presenciar, a participar, en una necesidad ancestral. Tradición durante siglos conservada, privilegios y el Honrado Concejo. Esto se acaba amigo.
En el almanaque un fecha marcada y ese día llegó. Camiones con tres pisos esperan. Pastos y tierra en Trujillo, Extremadura aguardan a los <serranos>.
Lágrimas de despedida, cuando había vecinos y familias en el pueblo. Antes cañadas, cordeles y veredas. Sierra de Alba y noches al raso, camino de la estación de Soria. Trenes con jaulas, vagones de tres pisos para las merinas, vagón para yeguas y otro para los pastores. Embarque en el especial ganadero.
Lagrimas de despedida, cuando había vecinos y familias en el pueblo. Y mucho antes todo el camino andando. Trasmisión oral, que con el tiempo se perderá. En la cocina baja, junto al crepitar del fuego. Por los rincones de mi memoria afloran los recuerdos escuchados. Sierra Morena: puerto de Despeñaperros y Hornachuelos, Valle de la Alcudia y Nuestra Señora de las Veredas. La fe y la lobada. Tierra de Andalucía.
Están nerviosas, presienten que ha llegado la hora de partir, son las merinas. Un, dos, tres, …, hasta 96. Sin prisa pero sin pausa, se van llenando los pisos. Se completan los camiones.
Camino de pastos verdes y temperaturas suaves, van parte de ellas. Un carea, un mastín y un valiente, ligero de equipaje las acompaña.
Triste y oscura se va quedando la Sierra, triste y oscura.
Es una partida escalonada. En la blanca Navabellida, el resto de merinas y otros dos valientes esperarán su partida.
Recordé unos versos de don Antonio “La nieve sobre el campo y los caminos,/ cayendo está como sobre una fosa".
El duro momento de la despedida, atrás queda el pueblo y el silencio.
Una mastina y su cachorro me miran. La cría se acerca, la madre me observa. Yo la miro en silencio, durante un buen rato. Vida nueva, junto a la vida que inexorablemente avanza. Una forma de vida que acaba. Una cultura pastoril que desaparece, vida de sacrificio, intercambio enriquecedor norte-sur, …
Comida compartida, café de puchero y amena charla. En el aire sabiduría, vivencias y anécdotas, de una vida de esfuerzo. Se que soy un privilegiado, estoy viviendo algo histórico.
Buena invernada, José Mari, Ricardo y Basilio, la primavera serrana os espera.
Y otra vez a la mente don Antonio.
"¡Gentes del alto llano numantino/ que a Dios guardáis como cristianas viejas,/ que el sol de España os llene/ de alegría, de luz y de riqueza!".
Si no se actúa ya, pronto posiblemente la nada. Pena, pena negra. Un esfuerzo, por el que puede, merece la pena. Querer es poder.
Modesto (gran) homenaje a los últimos vestigios de una tradición ininterrumpida durante siglos que da sus agónicos coletazos antes de desaparecer definitivamente en el pozo sin fondo de los recuerdos.
ResponderEliminarComo bien dices eres un privilegiado por sentir (y ver) lo mismo (o por lo menos parecido) que hace muchos años les tocó pasar a las gentes de Navabellida cuando veían partir a sus seres queridos y a los animales rumbo a tierras más cálidas.
Una de tantas costumbres que agonizan y que desaparecen sin remedio (y sin que a nadie le importe).
Para completar el ritual sería bueno que estuvieras presente también a la vuelta de los trashumantes en primavera. Creo que ver esa llegada de las gentes y del ganado a su terreno después de varios meses ausente no tiene precio.
Preciosa entrada. En tu línea, con una prosa sagaz y trabajada y de remate las imágenes nevadas para adentrarnos más en el ambiente. Leyendo y viendo este reportaje hemos estado más cerca por unos momentos de los que se van.
Un abrazo.
Efectivamente, una tradición milenaria agoniza y se acaba. Morirá la trashumancia, Patrimonio de la Humanidad, si los que pueden no lo remedian. Dos son los apellidos que aún la hacen en la provincia de Soria: los Pérez "Aceros" de Navabellida y "del Rincón" de Los Campos.
ResponderEliminarLas vísperas, preparando la marcha, lagrimas contenidas. La partida, la separación, lagrimas de despedida. Faustino, era cuando en el pueblo había vecinos. Matriarcado, sin reconocer, allí quedaban mujeres, niños y los mayores de la familia.
En la segunda quincena de junio regresarán a la sierra, a los finos pastos de agostadero. Y por supuesto, si puedo allí estaré. A ellos les toca este año, si se puede hacer, guiar su ganado andando desde Soria a Navabellida. En las aceras nietos y mayores admirando la riqueza, el oro, de otros tiempos. Es una actividad que organiza la Mancomunidad de Tierras Altas: "Somos trashumantes".
Gracias por tu comentario y un abrazo.
Qué texto más bonito ,muchas gracias por acercarme a la época de mis bisabuelos sorianos y lo que tuvieron que vivir,preciosas fotos y poemas, me encanta! 😊
ResponderEliminarGracias a ti Gema por el comentario y me alegro que te haya gustado. Que vuelvas la mirada a los orígenes y al recuerdo de tus bisabuelos sorianos es una verdadera satisfacción. Un saludo y ha seguir el camino.
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