“tierras pobres, tierras tristes, / tan tristes que tienen alma”. A. Machado.
En los altos, icnitas de dinosaurios -yacimiento del Valle de Valdelalosa-, duras tierras, áridas y frías. En la hondonada el pueblo -Valdelavilla-, con un clima más favorable. “En Valdelavilla todos huertos”, dice la epístola satírica y algún frutal, resistiendo el paso del tiempo.
Casas de piedra, bellas construcciones en las ignoradas Tierras Altas de Soria. Menos de treinta edificios entre casas y majadas. Un horno comunal, su iglesia parroquial, la escuela, una fuente, pilón y abrevadero, todos pequeños como el pueblo.
Minifundio de bancales, surcos de arado romano y vertedera. Una lucha continua contra la naturaleza agreste, para sacarle fruto con sudor. Mulas, caballos y jumentos.
A mediados del siglo XVIII era aldea y jurisdicción de la villa de San Pedro Manrique en el sexmo de Carrascales, dentro de la comunidad de Villa y Tierra. Cuatrocientas veinte ovejas churras propias de los doce vecinos agricultores, que habitaban en el pueblo. Y una emigración cíclica, unas pocas cabezas trashumantes, cuando la lana de las merinas era oro. Aparcerías como las de Diego Blanco, veintiocho ovejas y ocho carneros, las tiene con las de don Juan Manuel de Cereceda, vecino de la villa de San Pedro Manrique, las de Joaquín Medel, dieciocho ovejas finas, que las tiene con las de Felipe del Rio de Valtajeros o las de Pedro Martinez, doce ovejas finas, que las tiene con las de Diego Jiménez vecino de Sarnago.
Y su tesoro, la dehesa de encinas de los propios. La riqueza del común. De secano, con una superficie de unas 96 yugadas y tres cuartas. Veinte hectáreas de todos los vecinos. Alguna colmena diseminada, caza en ocasiones furtiva, leña para la cocina baja, pastos para las caballerías y arrendada anualmente para el ganado mesteño.
Luego le agregaron al Ayuntamiento de Matasejún, fue su barrio o pedanía. Otra emigración temporal, pero ahora de personas y en tiempo más reciente. Los cabezas de familia a la vendimia o a trujales. Recolectores de uvas y “cagarraches” de olivas. Jornales de esfuerzo para así poder sobrevivir.
La lucha y el sacrificio del pueblo por y para su pueblo. Eras empedradas y una trilladora comunal, un adelanto beneficioso para todos los vecinos. La educación lo primero. Una escuela rural de nueva planta fue inaugurada en el curso 1925-26 solo para los hijos del pueblo.
El mismo año que se inauguró la del vecino pueblo de El Vallejo, sus niños ya no tendrán que recorrer el camino hasta el valle de la villa. Edificio construido con el sacrificio del vecindario. El alcalde, Romualdo Jiménez en 1934 cuando enumeraba las necesidades del pueblo lo decía:“Una de ellas era la construcción de una casa habitación para el maestro, dándose el caso de que aún hay personas que están pagando el interés del dinero buscado para contribuir al reparto señalado, y no puede el pueblo, materialmente agobiado, hacerla por su cuenta propia”.
Tal vez influyó para la construcción de una nueva, el recuerdo de aquellos que prosperaron. El de “un joven de Valdelavilla, pueblo al que parece hasta llegar con trabajo la luz del sol, que con la mayor constancia andaba cada día más de dos leguas de pésimo camino, para recibir las lecciones de un modesto profesor y que posteriormente encontró en América la natural recompensa adquiriendo una muy ventajosa posición social, … “(Noticiero de mayo de 1901).
La mesa del maestro, la pizarra negra con letras blancas, pupitres para dos con tinteros y letras con plumilla y pizarrín. Aros con varilla deslizándose por la cuesta y sonidos de canciones infantiles repetidas.
Y nuevos alumnos que se incorporan del cercano pueblo de Torretarrancho. Era el año 1927 “Varios vecinos de Torretarrancho, ayuntamiento de Valtajeros, solicitan que aquel pueblo se separe del distrito escolar de Valtajeros, por hallarse la escuela a tres kilómetros, con mal camino y se agregue a Valdelavilla, de cuya escuela dista solamente kilómetro y medio, de fácil transito”. Hoy de la Torre, como le llaman los de la zona, ya solo queda el recuerdo en la memoria y piedras caídas.
Proyectos de progreso e ilusión del pueblo y para el pueblo. Era la década de los treinta: una casa para el maestro y la construcción de un camino vecinal, que enlace con la carretera de Matalebreras a San Pedro.
Escuela de la República. Enciclopedia con todas las materias, un mapa de España colgado y el mundo en una esfera. Maestros interinos y juegos infantiles, peonzas rodando, escondite y bote.
Década de los cincuenta, años de mejoras e ilusión. La luz eléctrica que llegó en octubre del 1952, al teléfono y la televisión en blanco y negro no les dio tiempo. En 1957 otro anhelo cumplido, el abastecimiento de agua para la fuente, lavadero y abrevadero, a las casas nunca llegó. Su inauguración fue un hito importante para el pueblo. La visita del Gobernador Civil y el discurso escuchado del alcalde, palabras de Julián Lasanta Ramos.
Escuela rural de la posguerra. Crucifijo colgado, la hucha de la Santa Infancia y el catecismo de la fe impuesta. Tiempos de religión y curas con poder. El maestro interino, que no fue depurado. En el recreo voces infantiles, voces infantiles. En el pupitre la enciclopedia y el cuaderno del adoctrinamiento. Caligrafía y ortografía. Dictados y problemas. Intercalados entre ellos: “los Santos y los difuntos”, “El Evangelio”, “Nacimiento de Nuestro Señor Jesús”, “Fiesta de Cristo Rey”, “Miércoles de ceniza”, “Semana Santa” … “La campaña de Huesca”, “Defensores de Teruel”, “El sitio al Alcázar de Toledo”, “Aniversario de la muerte de José Antonio Primo de Rivera”, …
Eran los años sesenta del siglo que nos dejó, catorce familias y unos cuarenta habitantes allí vivían.
Un Decreto nº 3251/67 de 7 de diciembre, «Repoblación obligatoria» de la zona afectada, necesidad y urgencia de ocupación y la utilidad pública de la misma. Denominada «Valdelavilla», con trescientas sesenta y dos hectáreas y noventa áreas, del término municipal de Matasejún, en su anejo Valdelavilla. Se crearán pastizales mejorados, noventa y nueve hectáreas en el subperímetro de Valdelavilla>. Comenzaba el año de 1968, comenzaba el final.
Casas de piedra, bellas construcciones en las ignoradas Tierras Altas de Soria. Menos de treinta edificios entre casas y majadas. Un horno comunal, su iglesia parroquial, la escuela, una fuente, pilón y abrevadero, todos pequeños como el pueblo.
Minifundio de bancales, surcos de arado romano y vertedera. Una lucha continua contra la naturaleza agreste, para sacarle fruto con sudor. Mulas, caballos y jumentos.
“Labrador, antes sin orejas, que sin ovejas”. Ganaderos de churras. Unas pocas cabezas por vecino y “piara” también en común. Agricultores-ganaderos trabajando de sol a sol.
Y su tesoro, la dehesa de encinas de los propios. La riqueza del común. De secano, con una superficie de unas 96 yugadas y tres cuartas. Veinte hectáreas de todos los vecinos. Alguna colmena diseminada, caza en ocasiones furtiva, leña para la cocina baja, pastos para las caballerías y arrendada anualmente para el ganado mesteño.
Luego le agregaron al Ayuntamiento de Matasejún, fue su barrio o pedanía. Otra emigración temporal, pero ahora de personas y en tiempo más reciente. Los cabezas de familia a la vendimia o a trujales. Recolectores de uvas y “cagarraches” de olivas. Jornales de esfuerzo para así poder sobrevivir.
La lucha y el sacrificio del pueblo por y para su pueblo. Eras empedradas y una trilladora comunal, un adelanto beneficioso para todos los vecinos. La educación lo primero. Una escuela rural de nueva planta fue inaugurada en el curso 1925-26 solo para los hijos del pueblo.
El mismo año que se inauguró la del vecino pueblo de El Vallejo, sus niños ya no tendrán que recorrer el camino hasta el valle de la villa. Edificio construido con el sacrificio del vecindario. El alcalde, Romualdo Jiménez en 1934 cuando enumeraba las necesidades del pueblo lo decía:“Una de ellas era la construcción de una casa habitación para el maestro, dándose el caso de que aún hay personas que están pagando el interés del dinero buscado para contribuir al reparto señalado, y no puede el pueblo, materialmente agobiado, hacerla por su cuenta propia”.
Tal vez influyó para la construcción de una nueva, el recuerdo de aquellos que prosperaron. El de “un joven de Valdelavilla, pueblo al que parece hasta llegar con trabajo la luz del sol, que con la mayor constancia andaba cada día más de dos leguas de pésimo camino, para recibir las lecciones de un modesto profesor y que posteriormente encontró en América la natural recompensa adquiriendo una muy ventajosa posición social, … “(Noticiero de mayo de 1901).
La mesa del maestro, la pizarra negra con letras blancas, pupitres para dos con tinteros y letras con plumilla y pizarrín. Aros con varilla deslizándose por la cuesta y sonidos de canciones infantiles repetidas.
Y nuevos alumnos que se incorporan del cercano pueblo de Torretarrancho. Era el año 1927 “Varios vecinos de Torretarrancho, ayuntamiento de Valtajeros, solicitan que aquel pueblo se separe del distrito escolar de Valtajeros, por hallarse la escuela a tres kilómetros, con mal camino y se agregue a Valdelavilla, de cuya escuela dista solamente kilómetro y medio, de fácil transito”. Hoy de la Torre, como le llaman los de la zona, ya solo queda el recuerdo en la memoria y piedras caídas.
Proyectos de progreso e ilusión del pueblo y para el pueblo. Era la década de los treinta: una casa para el maestro y la construcción de un camino vecinal, que enlace con la carretera de Matalebreras a San Pedro.
Escuela de la República. Enciclopedia con todas las materias, un mapa de España colgado y el mundo en una esfera. Maestros interinos y juegos infantiles, peonzas rodando, escondite y bote.
Década de los cincuenta, años de mejoras e ilusión. La luz eléctrica que llegó en octubre del 1952, al teléfono y la televisión en blanco y negro no les dio tiempo. En 1957 otro anhelo cumplido, el abastecimiento de agua para la fuente, lavadero y abrevadero, a las casas nunca llegó. Su inauguración fue un hito importante para el pueblo. La visita del Gobernador Civil y el discurso escuchado del alcalde, palabras de Julián Lasanta Ramos.
Pendientes quedaban las calles y el camino vecinal contra el aislamiento. El camino nuevo, más esfuerzos y sacrificios. En el año de 1958 ya está construido. Curvas entre encinas hasta juntarse con la carretera de Castilruiz. Hacenderas de vecinos.
Nueva escuela se construye en los primeros años de la década de los sesenta, en esta ocasión se dispensa al pueblo de la aportación reglamentaria para la construcción por el Estado de sus edificios escolares, por haber probado sus escasas disponibilidades económicas.Escuela rural de la posguerra. Crucifijo colgado, la hucha de la Santa Infancia y el catecismo de la fe impuesta. Tiempos de religión y curas con poder. El maestro interino, que no fue depurado. En el recreo voces infantiles, voces infantiles. En el pupitre la enciclopedia y el cuaderno del adoctrinamiento. Caligrafía y ortografía. Dictados y problemas. Intercalados entre ellos: “los Santos y los difuntos”, “El Evangelio”, “Nacimiento de Nuestro Señor Jesús”, “Fiesta de Cristo Rey”, “Miércoles de ceniza”, “Semana Santa” … “La campaña de Huesca”, “Defensores de Teruel”, “El sitio al Alcázar de Toledo”, “Aniversario de la muerte de José Antonio Primo de Rivera”, …
Eran los años sesenta del siglo que nos dejó, catorce familias y unos cuarenta habitantes allí vivían.
Un Decreto nº 3251/67 de 7 de diciembre, «Repoblación obligatoria» de la zona afectada, necesidad y urgencia de ocupación y la utilidad pública de la misma. Denominada «Valdelavilla», con trescientas sesenta y dos hectáreas y noventa áreas, del término municipal de Matasejún, en su anejo Valdelavilla. Se crearán pastizales mejorados, noventa y nueve hectáreas en el subperímetro de Valdelavilla>. Comenzaba el año de 1968, comenzaba el final.
Y llegó la emigración. La última maestra y los últimos pupitres ocupados. Tres alumnos, era el curso de 1967/68. El sonido de la llave cerrando la escuela, silencio de voces infantiles y recuerdos en la memoria.
Poco después en el año 1968 quedó deshabitado el pueblo. Por la carretera del esfuerzo, ascendieron los enseres de la última familia. Antes se oyó el sonido grave de la llave cerrando la puerta. Desde el alto volvió la vista a su pueblo, al de sus ancestros, a sus raíces. Sacó el moquero nuevo y seco las lágrimas que lentamente resbalaban entre los surcos de su cara.
Allí quedó su iglesia parroquial, bajo la advocación de Nuestra Señora de La Antigua. El cementerio, donde descansan los cuerpos de la fe entre cruces de hierro. El horno de pan y el olor a hogazas recién cocidas. El agua corriendo desde la fuente al abrevadero y al lavadero. Las casas cerradas y las vidas forzadas a una emigración definitiva. Familias de apellido: Benito, del Barrio, Herrero, Jiménez, Lasanta, Martinez, Ramos y Sáenz.
Puertas que se cerraron y puertas que se abrirán, pero eso será en una próxima entrada.
Hola Candi:me ha encantado el trabajo de la radiografia que has hecho a Valdela villa,siendo de tierras altas y de San Andre me lleva a mis recuerdos y situaciones parecidas. Que pena de estas situaciones,pero a su vez que alegria pues crecimos en un ambiente tan sano y tan feliz.
ResponderEliminarMe ecanta leer tus trabajos que sigas asi.
A Valdelavilla le tengo un cariño especial, buenos amigos nacieron allí. Como dices esta entrada podría ser de otros pueblos de Tierras Altas, solo hace falta cambiar el nombre. Me alegro de que te gusten las entradas de este blog de aficionado, tal vez sea porque son recuerdos que los hemos vivido. Besos.
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