El abuelo y su ermita. Centenera de Andaluz.

Pequeño pueblo soriano, tierras de labor y montes de encina. Unas tierras que siempre estuvieron ahí. El horizonte despejado y los campos verdes de primavera. Pasó el crudo invierno soriano, el manto blanco y los carámbanos en equilibrio. Benditas suertes de leña en el monte comunal. Cisqueros y leñadores. Carbón vegetal en braseros, sacos de cisco y leña en la chimenea.
Lentamente traspasa el quicio de la puerta, de la casa del esfuerzo. Ayudado de su fiel amigo, un bastón con empuñadura de águila. Se sienta sobre su silla de anea. Eleva la mirada hacia el azul, del claro cielo. En un vuelo imaginario, alas explayadas, contempla la decadencia de unas tierras, que durante siglos sobrevivieron a las adversidades.
Las imágenes y las palabras se agolpan, todas quieren salir a la vez. En la cara la sonrisa de unos tiempos de recuerdos, de unas fotos en blanco y negro. Las casas habitadas y los niños en la escuela. Trabajo y más trabajo. La fragua, el horno y el lavadero. Trabajo y más trabajo. Las tierras y el ganado. Y una sonrisa en la cara.
Tradición oral y leyenda en tierra de centeno, que da  nombre al pueblo, a su pueblo. Una yunta de bueyes labrando el campo, tierra fértil junto al arroyo Linares. La reja aguzada, otra muesca en la tablilla del herrero, para con los frutos recogidos saldar la deuda. Sobre el surco aparece la imagen desenterrada. Allí se edificó la ermita, piedra sobre piedra. Allí se veneró a la Virgen: “Virgen Santa de Linares/eres hermosa princesa,/salisteis a un labrador/en la punta de la reja”. Y al lado se construyó la casa del santero, abobe sobre adobe. Tierras comunales y herencias devotas para su sustento.
Fiestas profanas y también religiosas. Disparos de cohetes, ronda de dulzaineros y jotas, animados y concurridos bailes y los partidos de pelota. Repique de campanas y misa en San Lorenzo Mártir. 
Y el segundo día  procesión a la Ermita. Dianas, al alba el Rosario por el pueblo y la virgen paseada  a hombros de los jóvenes. Notas de música sacra recorren el camino, algo más de un kilómetro, tras los pendones. Cánticos a la Virgen y andas a hombros. Subasta de las roscas y banzos en la explanada, junto a la casa del santero, antes de la misa.
Con voz entrecortada, pausadamente, ahora surgen palabras de resignación. Las casas vacías y el silencio. Y la ermita en ruinas. 
El tejado caído. Ya no quedan ni los sillares de la puerta de acceso. Piedras labradas por canteros, tal vez, en chalet de pudientes.
No pisaré el camino, ese camino que lleva a la ermita.
Ya desaparecieron los exvotos de sus paredes. Trenzas anudadas y cera moldeada. La devoción tras promesas cumplidas. Fotos de soldados para la protección y fe en curaciones milagrosas.  
No transitaré por ese camino.
Ya no está la reja que protegía la entrada, no hace tanto que desapareció. Maldito usurero que compra, quizás lo que otros forzados por la necesidad usurparon.
Ya dejé de recorrer hace tiempo, la senda que a orillas del Duero lleva. 
Ya hace tiempo que no suena el campanillo. Ya no sale en septiembre, tras los frutos recogidos, la patrona venerada. No peregrina, a hombros de la fe o de la tradición, a su morada.
Ya no peregrinaré, yo tampoco.
No me gusta blasfemar, pero mal nacidos aquellos que en unos pocos años, han destruido lo que se construyó en siglos.
Y allí quedó Eugenio con sus recuerdos. Sonrisas y lágrimas. Y allí volveré cuando las lluvias de primavera y el tibio sol soriano, hagan florecer las violetas bajo el azul del cielo.

4 comentarios:

  1. El chaletque se menciona en el texto donde están esas piedras está presuntamente en Almazán.
    El mayor delito, haber dejado caer el tejado siendo primer culpable la entidad más pudiente del planeta y como segundo culpable pongamos a la procrastinación de los usuarios de este templo.
    Me exluyo, pues soy demasiado joven y ademas conocedor del funcionamiento histórico del sistema de control de masas de la mencionada entidad, pero sí me hubiera gustado que ese tejado hubiera sido mantenido... era un edificio precioso y una cosa no quita la otra.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. La desaparición del patrimonio que sufren nuestros pueblos, me influyó para hacer esta entrada. Abandono, robo y ruinas. ¿Para cuantas ermitas y parroquias sería válida?
      Sobre las causas de esta perdida estoy de acuerdo con lo que escribes. Me hubiera gustado, como a tí, que se hubiera consevado. Desconozco donde están las piedras labradas, pero si sé que el expolio continua.
      Yo si me siento culpable por consentir, que ese legado de nuestros mayores, se pierda para las nuevas generaciones.

      Eliminar
  2. Amigo Cándido, cuánta tristeza desprende tu texto y cuánto amor por una tierra deshabitada que se nos va de las manos. Sí, habrá que volver a Centenera de Andaluz con la primavera. Gracias por recoger estos vestigios del pasado

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias por tu comentario, María. Seguimos en diagnósticos y estrategias, palabras para titulares. Diagnósticos que hace ya algunas décadas otros hicieron, incluso sangre de tu sangre. Parches aislados, altruismo, buena voluntad, y poco más. Volveré cuando la primavera soriana despierte, primavera humilde, como humildes son sus gentes.

      Eliminar