Sobre una pequeña loma se levanta su iglesia parroquial. La Natividad de Nuestra Señora, renacentista con una parte gótica, es de grandes dimensiones para la población que tuvo el pueblo.
Cementerio contiguo y
adosado, a ella encontramos una maciza torre rectangular, rematada por la
espadaña. Campanario de madera, que hace equilibrio para no caerse, y en sus vanos tres
campanas: “Jesús y Santa Ana”, “Santa María” y “Natividad de Nuestra Señora”. Quizás en su momento esa torre fuera una
atalaya y la iglesia se
construyera posteriormente, adosándose a ella.
Entre las piedras caídas, los ladridos y el silencio no
deseado, estaba él. Amabilidad y
disponibilidad, muchas gracias soriano-zaragozano.
Franqueamos la puerta de hierro, el suelo se encuentra
limpio de vegetación, gracias por el esfuerzo altruista.
La mayoría de la techumbre está hundida.
La mayoría de la techumbre está hundida.
Levantamos la mirada, el cielo azulado nos
contempla y la bóveda estrellada de la
cabecera. En la clave, un escudo de madera, tres palas de horno (o padillas),
era territorio de los Padilla, Señorío de Calatañazor, integrados después, en el Ducado de Medinaceli.
Bajamos la mirada, en el presbiterio una
tumba de madera, sacerdote enterrado en lugar privilegiado, media es lo que
queda.
Madera que cubría toda la nave, madera sobre otras tumbas. Madera forjada por cura, excelente carpintero y hábil artesano. Escaleras, coro, confesionario y puertas, en una de
ellas, la del baptisterio, una fecha 1888 y en la otra tal vez, un nombre, Tomas Casado.
Su pila bautismal y detalles, y más detalles.
Este edificio se encuentra incluido en la Lista Roja del
Patrimonio, realizada por la asociación Hispania Nostra. Consolidación y restauración. Y las
administraciones en plural y el patrimonio de la diócesis, no los vi. Lo que vi, es otra pérdida de patrimonio, una actuación urgente pendiente y una obligación que deben cumplir.
Abandonamos el pueblo y allí quedó él, con su repoblación.
Nogueras cuyas raíces surcarán por los
huecos que dejaron otras raíces, de olmos centenarios que sucumbieron a la
grafiosis. Seguro que agarrarán, crecerán y darán sus frutos, que otras
generaciones recogerán.
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