Hace un año que comencé esta aventura en la red. Después de
más de una treintena de entradas me he
decido a escribir algo más personal, con dedicatoria especial para los míos. San Andrés de San Pedro
Manrique fue el pueblo que me vio nacer, nombre largo de un pueblo muy chico,
decía Dionisio Ridruejo.
Pueblo de la infancia, polvo paterno a la tierra sagrada, sonidos e imágenes. Sonidos de puertas
al cerrarse y recuerdos quizás idealizados por el paso inexorable del tiempo.
Pueblo donde acaba la carretera, y camino por donde partieron en busca de
proyectos de vida, casi todos sus habitantes. Mirada hacia atrás, el
trasformador, la espadaña de su iglesia, y el silencio.
Cura con sotana y misa en latín. Durante la celebración un
ratón ateo y juguetón corretea, una luenga capa merinera lo atrapa, Su dueño
Juan, bisabuelo. Y ya está “Los gatos”.
Esperando en el pueblo al señor
veterinario y un hombre llega. ¿Por un casual no será usted el veterinario? Por
un casual no, sino porque he estudiado
veterinaria. Abuela Paz. Y ya está “La casual”.
Hombres del campo con la mirada al cielo, el agua de lluvia
salvadora no llega. La religiosidad.
Romería de los veinticinco pueblos a su Virgen de la Peña, patrona de Villa y
Tierra. Flores, banderas y pendones en los caminos. El pendón de San Andrés en
manos de padre Teódulo. Y ya está “El pendón”.
Una joven de ochenta y nueve años así nos lo describe, esta joven es muy especial, es mi madre.
“Este pueblo se llama San Andrés de San Pedro. En tiempos
pasados tenía más de 70 vecinos, algunos de ellos se dedicaban a la ganadería,
pero como en este pueblo nevaba mucho, en noviembre ya se tenían que marchar a
tierras más cálidas y con abundantes pastos.
¿Sabéis como hacían el viaje?
Andando con sus ovejas y sus mastines. Estos llevaban un
collar de hierro (carlancas se llamaba), con pinchos para protegerse de los lobos.
También llevaban yeguas para transportar las ropas y su saco lleno de paja que
hacía las veces de colchón. Tardaban a llegar 40 días aguantando las
inclemencias del tiempo, esto era muy duro.
Las esposas se quedaban en casa para cuidar de sus niños, como
entonces no había teléfono se comunicaban por cartas, y había veces que
tardaban en llegar 8 o diez días pues nevaba mucho, se cerraban los puertos y
no existían quitanieves.
Este pueblo es precioso, tiene robles, chopos, avellanos,
carrascas, río, sierra etc., etc., además muy buena gente. Es mi pueblo, viva
San Andrés. Adoración Martínez”.
Nuevas generaciones y otras sociedades tan distintas. Mundo globalizado y mestizaje enriquecedor.
Archivo de la sabiduría popular, nuestros mayores. Recuerdos del lugar donde ellos nacieron que son tus raíces. Recuerdos de leyendas y romances recitados junto al fuego del hogar. Trasmisión de vida. Si aún podéis disfrutar, disfrutar de aquellos, que al no tener electricidad se
alumbraban con candil, que tenían fresquera en vez de nevera, que leían el
papel en vez de usar las redes sociales, que al no tener agua corriente
iban con cantaros y botijos a la fuente, que lavaban en el río o en el
lavadero público, que hicieron el pan en el horno comunal con adra respetada, que
tenían fragua y carasoles,………..
Que os cuenten, que os cuenten. Reserva parte de tiempo, a
ellos le sobra y escucha. Conocer el pasado de los tuyos te ayudará a entender tu
presente, y a ellos. Que os hablen de cuando había vida en el
pueblo todo el año, cuando las casas estaban abiertas. Tiempos de Casa de Concejo con teléfono público y el
baile. De ese rito familiar que era la matanza del cerdo. Del “Trasnocho”, de rondas y baile, de judeso y
judesa en carnavales, de San Isidro el labrador, de hacenderas y dehesa boyal.....
Pueblo de habitantes medio ganaderos, y medio labradores.
Pueblo de pastores, la oveja su tesoro, rebaños de merinas, sonidos de esquilas, lobos, mastines con carlancas y careas. Rabadán, pastor y zagal. Cañadas, cordeles y veredas. Intercambio cultural durante el viaje y durante la estancia en extremos. Esquileo, rosquillos y romances. La pesquisa,
los pagos, la dehesa boyal y el dulero.
Presta atención a la importancia que le dan a la educación. La casa del maestro y las escuelas,
una de niñas y otra de niños. Los pupitres y los tinteros, la estufa y la leña. Sus juegos el cuadro, el bote, el aro, el hinque, las canicas,.
Que os digan de la
religiosidad impuesta. Las fiestas patronales, procesiones, misa y rosario.
Mayo y las flores. La exposición del
Santísimo y el monumento en Semana Santa. Las campanas y su repique, la
primera, la segunda y la tercera.
Sonidos de Dios, sonidos de muerte, sonidos de fuego y sonidos de
orientación.
Pueblos en invierno con abuelos, mujeres y niños.
Matriarcado obligado por una forma de vida ya desaparecida. La mayoría de los
adultos y jóvenes, unos trashumantes en extremos, tierras de la Mancha, Extremadura o Andalucía,
y otros en los trujales, tres o cuatro
meses de trabajo. Hombres a los que les ha acompañado las temperaturas suaves,
verano en la sierra e invierno en extremos. Duras condiciones de vida para unos
y para otras. Largos y crudos inviernos de espera, de finales de octubre a
mayo. Ansiando el reencuentro, amante.
Genial,estoy pensando,que deberías recoger todo esto en un libro, sería la primera en comprarlo.
ResponderEliminarAdemás del blog, por supuesto
Un abrazo!
Belma tal vez con el tiempo me decida a recogerlas en un libro. “Nunca digo, nunca jamás”. Un abrazo.
EliminarCandi,hoy me vas a permitir que mis palabras sean un homenaje y agradecimiento a nuestros padres,pastores trashumantes; a nuestras madres, que nos dieron todo;a ellos, que fueron tan dignos a pesar de lo que les tocó vivir.
ResponderEliminarNos une la gente, nuestros pueblos y la tierra
He escuchado decir a Landero que
«a veces se alcanza una mayor plenitud vital leyendo que viviendo». Por eso, Candi,sigue escribiendo. Mientras me abrazo a los recuerdos.
Hermosas palabras Sagrario. Comparto todo lo que expresas. En homenaje a nuestros mayores, allá donde estén. Un abrazo.
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